5ª semana de cuaresma - martes

¡Este partido lo vamos a ganar!
Tras la carta del Papa Francisco al juez argentino Roberto Gallardo
Gustavo Moreno: "El Papa nos exige que empecemos a pensar ‘en el después’"


Preparación: La oración es el cruce de interioridades para tratar de amistad con Quien sabemos que nos ama. Serenemos el cuerpo y el espíritu y abrámonos a la amistad fiel del Dios que sale a nuestro encuentro en la Palabra. 

Lectura:
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un mástil levantado en medio del campamento.
Quienes la miraban quedaban curados de las mordedu
ras de serpientes venenosas. En este evangelio Jesús evoca aquella imagen: “Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, reconocerán que yo soy y que no hago nada por mi propia cuenta. Solamente digo lo que el Padre me ha enseñado”.
    Igual que la serpiente levantada en el desierto,
Jesús será elevado en la cruz. Allí descubriremos no sólo al rey de los judíos, sino a nuestro Señor y Salvador.

Meditación:
“¿Quién eres tú?”. Esta es la pregunta fundamental para todo aquel que se encuentra en búsqueda de Jesús. Pero es también la pregunta permanente de todo discípulo que quiere seguir creciendo en la fe. Este ha de ser nuestro camino personal. La respuesta que ofrece el hijo de Dios es doble: su identidad queda revelada por el Padre celestial por medio de las obras que le han sido confiadas y queda puesta de manifiesto en el misterio de Cristo clavado y elevado en la cruz.  


Oración:
Señor, escucha mi oración, no me escondas tu rostro. Guía mi corazón vacilante y ayúdame a descubrir tu identidad por medio de la Palabra y tu presencia sacramental. Haz que te descubra en la imagen desfigurada de tantos crucificados en el mundo.

Contemplación:
“En la cruz está el Señor de cielo y tierra, y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra. Todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo” (Santa Teresa de Jesús). 


Acción:
Colócate ante un crucifijo y recita: “En esta tarde Cristo del calvario, / vine a rogarte por mi carne enferma, / pero al verte mis ojos van y vienen / de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza... Y sólo pido no pedirte nada, / estar aquí, junto a tu imagen muerta, / ir aprendiendo que el dolor es sólo / la llave santa de tu santa puerta” (Gabriela Mistral).


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