135


Camino de Vida  n° 135        Necochea, 27 de enero de 2011
Calendario litúrgico (textos y comentarios para cada día del año)

Te recordamos:
(horarios de enero y febrero)
nos encontramos para escuchar la Palabra de nuestro Padre Dios
y celebrar la Memoria de la muerte y resurrección
de nuestro Maestro y Señor Jesucristo,
los sábados a las 20 en la Posta para Orar (22 y 51)
y los domingos a las 10 hs y a las 20 hs en nuestro templo parroquial


Para rumiar la Palabra
 Comentarios al Evangelio del domingo del P JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net 

Iglesia más evangélica

24.01.11 | 09:35. Archivado en Domingos ordinarios
Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su estilo cristiano de estar en medio de una sociedad secularizada.No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio sólo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia el futuro.

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Dibujo de Cerezo para el día de hoy
FELICITACIONES
Hola, amigos.
No sé bien cómo se podrían llamar, traduciéndolo al lenguaje actual eso de las bienaventuranzas. Son bendiciones, enhorabuenas, felicitaciones. Y como vienen de parte de Jesús, podrían incluso llamarse 'christmas'. Pero dejémoslo estar, que lo que importa es el mensaje.

Fray Marcos, a mi gusto, lo borda. Aparte de otras muchas ideas interesantes, se centra en lo que quieren decirnos hoy las bienaventuranzas.
Pero en fin, ya que vais a leerlo, no me extiendo más que lo estropicio.
José Antonio Pagola dedica su comentario a formular las que podrían ser las bienaventuranzas de la Iglesia, y es que resulta imprescindible que nos creamos y vivamos lo que predicamos.

Enrique Martínez Lozano estima que no deben entenderse en clave moral sino en clave de sabiduría. No son nuevos mandamientos sino una propuesta que nace de la comprensión profunda de lo que somos. Jesñus es el hombre sabio que nos enseña una nueva manera de ver.

José Enrique Galarreta insiste también en que no son un código legal sino la proclamación de la revelación que ha recibido: quién es nuestro Padre, qué es lo que nos hace felices y lo que no. Es la quintaesencia de su mensaje, lo que llegó a saber Jesús de la vida. 

En las lecturas, el predicador Sofonías celebra que todavía haya una parte pequeña del pueblo, 'el resto de Israel', que honra a Dios de corazón, no de boca (hoy diríamos 'de boquilla'). Pablo les dice a los corintios que su honra está en participar de la sabiduría de Cristo.

Las oraciones eucarísticas pretenden ayudarnos en la aceptación y vivencia de las bienaventuranzas. Florentino Ulibarri resume de forma poética cómo únicamente es posible ser dichosos. No os lo perdáis por favor.
José Enrique Galarreta ha preparado unas preces de perdón inspiradas en las bienaventuranzas.

José Arregi reflexiona hoy en torno al dramático caso de Mohamed, un joven informático tunecino que llega desesperado a prenderse fuego. Un mártir que ese sí merecería ser proclamado 'subito santo'. Hemos de levantarnos de nuestro cómodo sillón y aceptar nuestra responsabilidad de lo que pasa fuera de nuestras fronteras.

Naiara Galarraga describe simplemente la situación que viven en unos pocos pueblos de Álava: pocos curas y demasiado atareados. Seguro que les suena muy familiar a más de uno.

La muerte, este lunes pasado, del obispo Samuel Ortiz ha resonado en el corazón de muchos amigos. Tratamos de asimilar su ejemplar testimonio. Felipe Arizmendi, su sucesor en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, resume la actividad de Samuel Ortiz, cuenta su personal experiencia y nos encomienda a todos el reto de la comunión eclesial, 'dentro de nuestras legítimas diversidades'.

La esquela de Samuel Ortiz que han publicado los jesuitas mexicanos dice mucho de la fuerza de su testimonio.

Matilde Gastalver escribe desde Palma de Mallorca, donde ha muerto Samuel Ortiz, su personal elegía. Busca en el evangelio, precisamente en el pasaje de las bienaventuranzas, la explicación de su muerte.

Mari Patxi Ayerra escribe una carta a su familia. De agradecer que nos la deje leer. Contagia su vitalidad y deseos de mejorar. Se queja de tantas quejas como gastamos todos y nos propone pensar y vivir más en positivo.

Dolores Aleixandre ha descubierto la milagrosa loción de juventud, con su fórmula antioxidante y revitalizante que nos regaló Jesús. No importa la pila de años que hayamos disfrutado.
  
Un pensamiento más, esta vez del cantautor Silvio Rodríguez, en la 'Pausa' de Marta Salazar.


Nos unimos todos en el recuerdo agradecido de un buen obispo. Un fuerte abrazo,

Rafael Calvo
Hoy
Para leer más abajo el capítulo dos de "Cuando nada te basta" del rabino Harold Kushner

San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México; a 24 de enero de 2011
Boletín de Prensa No. 01

Fallece Jtatic Samuel Ruiz García.
Nuestro guía e inspirador en la defensa de los derechos humanos
(1924 – 2011)

Con profundo dolor comunicamos que la mañana de hoy 24 de enero, en la ciudad de México, a los 86 años de edad, falleció Monseñor Samuel Ruiz García. Nuestro querido Jtatic nos ha dejado la incorruptible decisión de luchar por la justicia y la construcción de la paz con dignidad y perseverancia. Jtatic Samuel Ruiz, fue Obispo Emérito de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y este 25 de enero cumpliría su 51 aniversario de ordenación episcopal; Además fue fundador y Presidente de este Centro de Derechos Humanos desde 1989.

En su incansable lucha por la defensa de los derechos humanos fue inspirador y guía de varias organizaciones civiles y de procesos sociales en la construcción de la justicia, mediador en los
diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el gobierno mexicano, un gran teólogo de la liberación e impulsor de la teología india. Fue candidato al Nobel de la Paz y recibió distintos reconocimientos por su trabajo en la defensa de los derechos humanos de manera especial por la defensa de los pueblos indígenas en Chiapas. Fieles a su inspiración, las y los que integramos este Centro ratificamos nuestra Misión de caminar al lado y al servicio del pueblo pobre, excluido y organizado que busca superar la situación socioeconómica y política en que vive, tomando de él dirección y fuerza para contribuir en su proyecto de construcción de una sociedad donde las personas y comunidades ejerzan y disfruten todos sus derechos a plenitud.

Centro de Derechos Humanos
Fray Bartolomé de Las Casas, AC


Querida gente mia del SICSAL,

Media hora apenas del fallecimiento de D. Samuel, Jesús Garcia me comunicaba la noticia. Una noticia entranablemente pascual. Yo respondí con un mensaje breve pero más que cordial. Samuel, Tatic Samuel, significa mucho en nuestro SICSAL y sus causas y en mi vida personalmente. Siempre en un ruedo de comunión ecuménica y macroecuménica, con hermanos y hermanas companheros de la "caminhada".

Decia yo en el mensaje que el caminante obispo de Chiapas ha llegado a la Aldea Grande, en la Paz, y que desde allí seguirá siendo, ahora con plena libertad, verdadero profeta en la sociedad y en la iglesia, en medio de los pueblos de nuestra Amerindia.

Ahora sí, definitivamente, vencidas muchas batallas contra el imperio, la idolatria, el racismo, y a pesar del fundamentalismo eclesiástico, y siendo iglesia en opcion por los pobres, solidario con todas las causas de los derechos indigenas y de una Iglesia inculturada y libertadora, con la valentia y la serenidad del Evangelio de los pobres.

Con San Bartolome de las Casas, con Taita Leonidas Proano y con Tatic Samuel Ruiz, todos nosotros, nosotras seguiremos en las luchas y en las esperanzas del Evangelio del Reino.

Pedro Casaldáliga
São Félix do Araguaia, MT, Brasil

Muere Samuel Ruiz, el obispo de los indígenas, a los 86 años
Le llamaban Tatic, el "padre de los indios" y defensor de sus derechos
Condujo las negociaciones con la guerilla zapatista del subcomandante Marcos
La Teología India, como búsqueda de la presencia de Dios en las culturas originarias

Monseñor Samuel Ruiz

Samuel Ruiz, 'Tatic', el padre de los indígenas

Religión Digital -

Redacción, 24 de enero de 2011

El obispo que ejerció de mediador con la guerrilla zapatista en Chiapas, Samuel Ruiz, ha fallecido hoy a los 86 años en un hospital de Ciudad de México por complicaciones de salud, informaron a Efe fuentes eclesiásticas.

Ruiz, muy conocido y respetado en México por su labor en favor de la paz y su defensa de los grupos indígenas, había sido reportado muy grave en las últimas horas.

El religioso estuvo a cargo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas desde 1960 a 2000, año en que se jubiló. El obispo fundó en 1989 el Centro Fray Bartolomé de las Casas, que desarrolla desde entonces en Chiapas una labor activista en favor de los pueblos indígenas y que recibió en 2009 el premio que lleva el nombre del fraile español, entregado por los Príncipes de Asturias.

Ruiz contribuyó a llevar a buen puerto la negociación entre el gobierno federal y la guerrilla del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), alzada en armas el 1 de enero de 1994 en Chiapas para reclamar los derechos de los pueblos nativos de la zona.

El religioso ha sido galardonado con numerosos reconocimientos, entre los que destaca el Premio Simón Bolívar, concedido por la UNESCO en 2000, "por su especial compromiso personal y su papel en tanto que mediador, contribuyendo así a la paz y al respeto de la dignidad de las minorías".

En 2008, formó asimismo parte de una comisión negociadora con otra guerrilla, el Ejército Popular Revolucionario (EPR), que reclamaba al gobierno la entrega de dos de sus militantes desaparecidos. El proceso se cerró sin resultados.

El actual titular de la diócesis de San Cristóbal, el obispo Felipe Arizmendi, dijo en 2009 durante las celebraciones por los 50 años de la ordenación de Ruiz que la vocación de éste quedó marcada por "descubrir y ver de cerca la marginación de una cantidad de comunidades ante una situación de dominación generalizada".

En su comunicado, el actual obispo de San Cristóbal señala también que "Su lema episcopal fue: Edificar y Plantar. Y aludiendo a su lema, así terminó su homilía el 25 de enero de 2010, en sus bodas de oro episcopales, en la Plaza Catedral: "Damos infinitas gracias al Señor, Trino y Uno, por habernos hecho hijos suyos y por habernos llamado como pastor de su Iglesia, para edificar y plantar su Reino de justicia, de amor y de paz".

Y añade: Deja como legado su esfuerzo por:

1. La promoción integral de los indígenas, para que sean sujetos en la Iglesia y en la sociedad.

2. La opción preferencial por los pobres y la liberación de los oprimidos, como signo del Reino de Dios.

3. La libertad para denunciar las injusticias ante cualquier poder arbitrario.

4. La defensa de los derechos humanos.

5. La inserción pastoral en la realidad social y en la historia.

6. La inculturación de la Iglesia, promoviendo lo exigido por el Concilio Vaticano II, que haya iglesias autóctonas, encarnadas en las diferentes culturas, indígenas y mestizas.

7. La promoción de la dignidad de la mujer y de su corresponsabilidad en la Iglesia y en la sociedad.

8. Una Iglesia abierta al mundo y servidora del pueblo.

9. El ecumenismo no sólo con otras confesiones cristianas, sino con toda religión.

10. Una pastoral de conjunto, con responsabilidades compartidas.

11. La Teología India, como búsqueda de la presencia de Dios en las culturas originarias.

12. El Diaconado Permanente, con un proceso específico entre los indígenas.

13. La reconciliación en las comunidades.

14. La unidad en la diversidad.

15. La comunión afectiva y efectiva con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia universal (III Sínodo, 571).
La desocupación golpea fuerte a los jóvenes del conurbano
Diario Clarín – Sección Política – Por Ismael Bermúdez

A pesar del crecimiento económico, en el Gran Buenos Aires el desempleo juvenil no afloja: entre los varones es del 15% y llega hasta el 21,2% entre las mujeres, duplicando los niveles de cada sector. Estos porcentajes ubican al conurbano bonaerense con las tasas de desocupación juveniles más altas de todas las regiones del país, de acuerdo a cifras del INDEC. Así los 24 partidos del Gran Buenos Aires siguen mostrando indicadores sociales y laborales más que conflictivos . Y muchos de ellos en franco estancamiento o deterioro con relación a tan solo dos años atrás. Esto explica que, con cifras de producción y ventas en ascenso, reaparezcan y estallen con fuerza conflictos laborales y sociales vinculados a la precariedad y tercerización laboral, a los bajos salarios, al reclamo de mejores condiciones de trabajo, al déficit de vivienda y a fenómenos de delincuencia juvenil. Al margen del componente de las rivalidades políticas, hay un realidad socio-laboral que reproduce el conflicto. Además, hay otros indicadores que agravan este cuadro social porque 4 de cada 10 asalariados bonaerenses –40,8%– trabaja en negro . Y la mayor actividad económica, más que a una suba del empleo, llevó a un incremento de los llamados trabajadores sobreocupados , gente que trabaja mucho más de las 45 horas semanales.


Les recomiendo bajar y leer (y disfrutar) "Un Señor como Dios manda"...
Del libro "Cuando nada te basta" del rabino Harold Khusner, transcribo el segundo capítulo (buena lectura de verano)
Cómo dar sentido a tu vida 
DOS El libro más peligroso de la Biblia
 La búsqueda de una vida plena es uno de los temas religiosos más antiguos. Desde las primeras épocas, la religión ha procurado relacionar al hombre con Dios y con su prójimo, para que pueda compartir con otros sus momentos de regocijo y de dolor.
            No bien los seres humanos empezaron a comprender que la vida es algo más que la mera supervivencia, se volcaron a la religión como modo de poder alcanzar una vida mejor. En el judaísmo, el cristianismo y algunos de los credos orientales suele hacerse referencia a la religión como El Camino, la senda que conduce a vivir en armonía con el universo.
            Pero hoy en día nos sumimos en el desaliento cuando tratamos de hallar una guía en las páginas de nuestras tradiciones religiosas. Allí encontramos aseveraciones sabias, que a menudo no compartimos. Se nos habla de la existencia de un Dios que rige el universo y nos revela su voluntad. Se nos promete felicidad si cumplimos sus designios, y una gran desdicha si nos apartamos de su senda. Quisiéramos creer en eso, pero nos cuesta mucho porque a veces la experiencia se empeña en contradecirlo. La Biblia parece escrita para creyentes que ya oyen a las claras la voz de Dios, y no para el atribulado hombre moderno, para el escéptico, el dubitativo, el confundido. Las personas que tienen fe siempre aconsejan: "Lee la Biblia porque allí encontrarás todas las respuestas". Sin embargo, al hombre inquieto, al que está en la búsqueda, le parece un libro remoto, que nada tiene que ver con el motivo de sus preocupaciones. El temario de la Biblia no le satisface, y las respuestas que ella ofrece no tienen relación con los interrogantes que él se plantea. Entonces esa persona se siente peor al comprobar que algo que ha sido tan útil para otros, a él no le sirve de nada.
            No obstante, uno de sus libros difiere de todos los demás por su carácter insólito tanto que, si fuera más difundido, podría llegar a ser el más peligroso de la Biblia. Se trata del Eclesiastés, un libro pequeño —apenas unas doce páginas— escondido al final de la edición hebrea donde muchos lectores jamás alcanzan a descubrirlo. Sin embargo, la persona que lo encuentra y lo lee, se queda maravillada por las cosas que dice. No hay nada que se le asemeje en todas las Escrituras. Es obra de un hombre enojado, cínico y escéptico, que tiene dudas acerca de Dios y cuestiona el imperativo de hacer el bien.
            "¿Qué provecho saca el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?", pregunta en las primeras líneas. "Una generación va y otra generación viene, mas la Tierra permanece para siempre". (Eclesiastés 1,4). "Porque lo que sucede a los hombres lo mismo sucede a las bestias; es decir, como mueren éstas, así mueren aquéllos. De modo que ninguna preeminencia tiene el hombre sobre la bestia; porque todo es vanidad" (Ecl. 3,19). "Hay justos que perecen en su justicia; también inicuos hay que prolongan la vida en medio de su maldad. No seas excesivamente justo ni te hagas sabio en demasía. ¿Por qué querrías perderte?" (Ecl. 7:15-16).
            ¿Hay alguien más en la Biblia que hable así? Virtualmente todas las páginas de la Biblia insisten en la importancia de nuestros actos, por pequeños que estos sean. Se nos dice que Dios se fija en lo que comemos, con quién dormimos, en qué forma ganamos y gastamos el dinero. El Eclesiastés, por el contrario, nos asegura que en realidad Dios no se preocupa por nada de eso, que tanto los ricos como los pobres, los buenos como los malos, somos iguales ante los ojos divinos. 
             Independientemente de la forma de vida que uno lleve, nuestro destino es envejecer, morir y pronto ser olvidados. No interesa qué clase de vida llevemos.
            La tradición judía nos relata que cuando los sabios se reunieron para establecer los preceptos, para decidir cuáles de los antiguos libros formarían parte de la Biblia y cuáles se dejarían de lado, se produjo un arduo debate en relación con el Eclesiastés puesto que para muchos resultaba ofensivo. No sólo no querían incluirlo en la Biblia, sino prohibirlo de plano por temor a que condujera a la herejía a lectores jóvenes e incautos. Sin 
embargo, los sabios superaron la turbación que les producía el erotismo del Cantar de los Cantares y el ambiente de Las Mil Una Noches que prevalece en el Libro de Ester, y también aceptaron el escepticismo del Eclesiastés.
            ¿Qué es este libro que tanto perturbó a los sabios de antaño y sorprende al lector moderno? Es una obra difícil de leer y comprender. Si bien posee un único carácter dominante, no tiene trama ni se desarrolla en él un tema. El autor salta de una materia a otra, y a veces se contradice en una misma página. Algunas citas de ese libro te resultarán conocidas:
            "No hay nada nuevo bajo el sol"; "Hay un momento para todo, un tiempo de nacer y un tiempo de morir"; "El sol también se asoma".
            Pero el libro, como obra total, no es sencillo. No es mucho lo que se sabe acerca del autor. No conocemos su nombre ni sabernos cuándo vivió. Debido a que él se describe como descendiente del Rey David y gobernante de Jerusalén, se le atribuye la autoría al Rey Salomón, el hombre más sabio de la Biblia. La tradición judía sostiene que Salomón es autor de tres libros bíblicos. Cuando era joven y estaba enamorado, escribió los poemas de amor del Cantar de los Cantares. Cuando maduró y se dedicó a ganarse la vida, volcó su sabiduría práctica en e1 Libro de los Proverbios. Al envejecer expresó en sus escritos el cinismo que encontramos en el Eclesiastés. Algunos eruditos afirman que, de no haber sido el Rey Salomón el autor, los sabios no lo habrían incorporado a la Biblia.
            Hasta el nombre, Eclesiastes (en hebreo, 
Kohéletes oscuro. No sabemos de nadie que haya llevado jamás ese nombre. Gramaticalmente se asemeja más a un título que a un nombre personal (lo cual no debería asombrarnos ya que los autores de la antigüedad casi nunca le ponían su nombre a la obra), y se cree que significa "el que convoca a una asamblea, el que congrega a la gente". Quizás haya sido un maestro, un sabio que se ganaba la vida preparando a los hijos de los ricos para enfrentar los problemas prácticos de la vida. De hecho el libro, a pesar de todo su pesimismo, tiene el tono del hombre que desea compartir su experiencia con los jóvenes, no sólo para instruirlos sino también para formularles una advertencia.
            Ya sea que el verdadero autor haya sido, o no, el Rey Salomón (el lenguaje parecería corresponder a un período posterior), todo indica que el hombre que conocemos como Eclesiastés era un individuo sensato, de mediana edad —o mayor aún— que enfrentaba el miedo a envejecer y morir sin haber hallado el sentido de su vida. Da la impresión de buscar con desesperación algo que le dé un valor perpetuo a su existencia.
            Yo descubrí este libro aproximadamente a los diecisiete años, y me gustó de entrada. Me fascinó el coraje y la honestidad que ponía de manifiesto el autor al atacar la ortodoxia de su época, al señalar la hipocresía y la falsedad de tantos actos que se consideraban piadosos en sus tiempos. Me encantaron las agudas observaciones sobre la vida, los comentarios cínicos acerca de la naturaleza humana, por ser tanto más profundos y certeros que el tono piadoso que prevalecía en el resto de la Biblia. En ese momento pensé que Eclesiastés era como yo, un joven idealista, enemigo de la mentira y la necedad, alguien que desafiaba la pompa y la simulación.
            Ahora que he llegado a la edad que probablemente tenía Eclesiastés cuando escribió su libro, me doy cuenta de lo mal que entendí sus palabras a los diecisiete años. Me miré en el espejo de su libro y vi reflejada mi propia imagen, la de un adolescente idealista. Pero él no era un adolescente sino un hombre maduro, triste y amargado. Supe captar el placer con que desenmascaraba una religión falsa, pero como era demasiado joven no advertí el terror que tan evidente me resulta ahora, cada vez que lo releo. Se trata de un libro escrito por un hombre muy asustado.
            Eclesiastés no es sólo un transmisor de sabiduría, más sincero y franco que los demás. No es sólo un enemigo de la mentira y la hipocresía: es un hombre con un tremendo miedo a morir sin haber primero aprendido a vivir. Tiene la sensación de que no importa nada de lo que haya hecho ni vaya a hacer, en el futuro, porque algún día morirá y pasará al olvido como si no hubiese existido. Y no sabe qué hacer con ese temor a morir sin dejar huellas.
            "Conforme sucede al insensato, así también a mí me va a suceder. ¿Para qué, pues, me he hecho más sabio que los demás? Esto también es vanidad porque del sabio, lo mismo que del insensato, no habrá memoria para siempre; puesto que en los dias venideros ya hará mucho que todo habrá sido olvidado. ¿Y cómo sucede que muere el sabio? Así como el insensato" (Ecl. 2,15-16).
            En su libro nos cuenta la historia de su vida. Nos habla de sus logros y sus frustraciones, de todas las formas en que intentó tener éxito y dar trascendencia a su vida, de por qué la pregunta: "¿Qué significa a la larga todo esto?" nunca halló repuesta.
            Se ha dicho que el Eclesiastés es el libro más personal de la Biblia. Los profetas y otros autores bíblicos en ocasiones también nos hablan sobre su vida y sus experiencias, pero ninguno comparte con nosotros sus temores más profundos como lo hace Eclesiastés.
            Al parecer, fue un hombre de muchos talentos. En su juventud se dedicó a hacer dinero, y da la impresión de que lo logró.
            "Híceme, pues, obras grandes; me edifiqué casas; planté para mí viñas. De manera que engrandecí 
aumenté mi gloria más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén" (Ecl. 2,4-9).
            Pero la vida le enseñó que la riqueza no es la respuesta. Sabe que puede perder su dinero tan fácilmente como lo adquirió, O que puede morir, y lo heredará alguien que no trabajó para reunirlo. Ha visto a hombres ricos malgastar su fortuna, o los ha visto enfermarse y pasar sus últimos años en una miseria que todo su dinero no pudo aliviar.
            "Hay un mal que he visto debajo del sol, y que pesa dolorosamente sobre el género humano: es el caso de un hombre a quien Dios le ha dado riquezas y haberes y honra, de modo que no le falta nada de cuanto pueda desear; y con todo Dios no le concede la facultad de gozar de ello, sino que algún extraño lo disfruta. ¡Vanidad es esto y pesar muy doloroso! Aunque aquel hombre haya engendrado cien hijos, y aunque viviera muchos años, si su alma no se hartare del bien, ¡digo que más feliz que él es el niño que nace muerto y carece de sepultura!" (Ecl. 6,1-3).
            Al igual que muchos jóvenes ricos, Eclesiastés se dedicó al placer, a la bebida, a probar todos los entretenimientos que pueden comprarse con dinero.
            "Me dije: ¡Ven, pues, yo te probaré con la vida alegre! Nunca negué a mis ojos cosa alguna de cuantas deseaban... Mas he aquí que esto también era vanidad. De la risa dije que era locura; y de la vida alegre: ¿Qué hace ésta?" (Ecl.2: 1,10,12). De joven, no tiene problemas en consagrar todo su tiempo al placer. Al fin y al cabo, para los jóvenes el tiempo es eterno; les quedan tantos años por delante que pueden darse el lujo de malgastar algunos. Pero a medida que va envejeciendo y el tiempo adquiere más valor para él, comprende que una vida de placer ininterrumpido es sólo una forma de escapar al desafío que implica darle un sentido a la existencia. Divertirse puede ser la sal de la vida pero no el objetivo principal, porque cuando el placer se acaba, no nos deja nada de valor eterno.
            La edad, que en un momento fue para él una ventaja sobre la gente mayor, se ha vuelto su enemiga. Eclesiastés se da cuenta de que se le está acabando el tiempo, y así lo refleja en estas líneas memorables:
             "Para todo hay una sazón oportuna; y hay un tiempo determinado para todo asunto debajo del cielo: tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de cosechar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de regocijarse". (Ecl.3, 1-4).
            El autor ha alcanzado la mediana edad y comienza a sospechar que han quedado atrás los buenos momentos, que la mayoría de las cosas agradables ya le han sucedido, y que lo que queda por delante es sólo el tiempo de llorar. Joanne Greenberg escribió un cuento corto, "Las cosas en su momento", título tomado del Eclesiastés. En él habla de cómo un grupo de personas llegó a enterarse de que el gobierno secretamente nos cobra impuestos por nuestro tiempo del mismo modo que grava nuestros ingresos. (Después de todo, el tiempo es oro.) Cuanto más valioso es tu tiempo, más ocupado estás. Por eso la gente ocupada nunca parece tener tiempo, por eficiente que sea. Los personajes de la historia secuestran un cargamento de tiempo de un depósito gubernamental con el fin de prolongarle la vida a un querido maestro que está por morir. Pero para Eclesiastés no hay forma de robar tiempo para prolongar sus días. Al comprender que es un hombre ocioso, que va dejando atrás los años de placer desenfrenado, comienza a aprender, movido por el deseo de encontrar sentido a la vida. El lector percibe entonces un tono apremiante en su búsqueda. Ya no pregunta: "¿Qué sentido tiene la vida?" sólo por curiosidad juvenil, sino que se plantea: "¿Qué sentido tiene mi vida?", porque empieza a entrever la posibilidad de que su vida termine pronto, y que no haya tenido la menor trascendencia. Cuando su afán lo conduce a callejones sin salida, no reacciona con desilusión sino con una creciente desesperanza. Lo más frustrante es saber que la muerte puede presentarse demasiado pronto, y borrar todo lo que uno trató de conseguir en vida.
            Se propone entonces poner a prueba el adagio popular: "El sabio tiene los ojos en su cabeza, pero el insensato anda en tinieblas" (Ecl.2,14). Pero lo que advierte es que si el sabio efectivamente ve con más claridad, lo que ve es la futilidad de la vida. Cuanto más sabio es, más percibe la injusticia, la tragedia. Ha alcanzado una edad tal que ya vislumbra la sombra de la muerte que lo acecha. ¿Qué valor tiene cualquier cosa que haga si no me sirve para librarme de la muerte y el olvido? ¿Qué diferencia hay en que yo sea sabio y mi prójimo insensato, que yo sea honesto y él malvado, si de todos modos nuestras vidas concluirán de la misma manera? Ambos moriremos y seremos olvidados. Y toda mi sabiduría y mis obras de bien morirán conmigo.
            La riqueza y el placer, por ser tan transitorios, no le dieron a la vida de Eclesiastés un sentido perdurable, ¿qué podemos decir de la erudición? La mente humana es muy frágil. Y no sólo la muerte, sino también la vejez, la senilidad, pueden hacer desaparecer los conocimientos adquiridos. Es probable que Eclesiastés haya visto a sus maestros envejecer e ir perdiendo sus brillantes facultades. ¿Para qué, entonces, esforzarse en ser sabio? El rico pierde su fortuna al morir, pero el sabio puede perder su sabiduría incluso antes.
            Queda una posibilidad. Uno tiene la sensación de que Eclesiastés vacila en aceptarla por temor a que, si le falla, tenga que perder toda esperanza y llegar a la conclusión de que realmente la vida carece de sentido. Desesperado, se juega la última carta: acude a Dios. Voy a ser piadoso, se dice. Cumpliré con los preceptos de mi religión y buscaré la paz y la tranquilidad que se les promete a los puros de corazón. Como le ocurre a muchos hombres y mujeres de su edad, al dejar atrás una vida de luchas y conflictos, cuando tienen ante sí un futuro incierto, Eclesiastés se vuelve religioso, encuentra tiempo para todas las actividades del alma que nunca pudo emprender por estar demasiado ocupado.
            Pero eso tampoco le da resultado. Muy pronto advierte que ni la más profunda piedad lo protege de la muerte y el olvido. Por recta que haya sido su vida, no puede negociar con Dios, no puede decirle: "Mira qué valiosa y admirable ha sido mi vida. ¿Acaso no conviene a tus mejores intereses que yo siga viviendo en vez de morir y ser olvidado?".
            ¿Es que entonces no hay respuesta? ¿Nuestra necesidad de trascendencia no es más que una expresión de deseos, la arrogancia suprema de una especie que en realidad no difiere de la "polilla sin boca" ¿Es que se nos pone sobre la Tierra un breve instante, lo necesario para mantener viva la especie y luego ceder el lugar a la nueva generación, para que a su turno ésta también se reproduzca y muera? ¿Acaso Dios ha plantado en nosotros un hambre imposible de saciar, una sed de sentido y trascendencia?
            Eclesiastés escribió su libro hace cientos de años para transmitirnos sus desencantos, para aconsejarnos que no debemos desperdiciar nuestro limitado tiempo como lo hizo él, en la ilusión de que la riqueza, la sabiduría, el placer o la piedad volverían importante nuestra vida. Nos cuenta su historia con creciente desesperación al comprobar que todas las alternativas conducen a un camino muerto, y que cada vez le quedan menos años y menos opciones. Pero no escribe el libro sólo para aventar su frustración ni para deprimimos, porque a la larga encuentra una respuesta. Sin embargo, esa respuesta sólo tiene sentido para la persona que ha padecido sus mismas desilusiones. Por eso es que nos la ofrece al final de su relato, y no al principio.
            Cuenta la leyenda que un hombre salió a pasear por el bosque y se perdió. Daba vueltas y más vueltas tratando de hallar la salida, pero no la encontraba. De pronto vio a otro caminante y se llenó de alegría. "¿Podría indicarme el camino de regreso al pueblo?" le pregunta. Y el otro le responde: "No puedo, porque yo también estoy perdido. Lo que sí podemos hacer es ayudarnos el uno al otro diciéndonos qué caminos ya probamos sin resultado, hasta que juntos encontremos el de salida".
            Para poder comprender las conclusiones de Eclesiastés, es preciso que lo acompañemos por los falsos senderos y los caminos sin salida de que nos habla. Cuando hayamos aprendido, como lo tuvo que hacer él, con tanto dolor y frustración, cuáles son los caminos que no conducen a nada, estaremos mejor preparados para hallar, y seguir, aquél que sí nos sirve.



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Justino



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Justino

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