Camino de vida 200
Camino de Vida n° 200 Necochea, 29 de abril de 2012 video - HOMILIAS MP3 correo rezando voy |
Misa por AM1380 los domingos a las 7,30 50 años del Concilio (en comic) José Antonio Pagola alude al sentimiento de fastidio de quienes se sienten tratados por la jerarquía como ovejas (o borregos). Y sin embargo la figura de Jesús como buen pastor caló en las primeras comunidades: el hombre bueno que se preocupa por los más necesitados. Las Lecturas recogen un emotivo discurso de Pedro y unas líneas de la primera carta de Juan en la que da gracias por ser hijos de Dios. José Enrique Galarreta se pregunta si Jesús cumple nuestras expectativas, si es el que esperábamos. Y ofrece una reflexión sobre lo que ha sido hasta ahora y lo que debe significar en adelante nuestra fe en Jesús. |
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UNA EVANGELIZACION PARA LA CONSTRUCCION
DE UNA NUEVA SOCIEDAD
Forum Internacional de Jóvenes - Argentina
Buenos Aires, 9 de abril de 1987. (de acuciante actualidad)
"Les escribo a ustedes, jóvenes, porque ustedes son fuertes,
y la Palabra de Dios permanece en ustedes,
y ustedes han vencido al Maligno" (1 Jn.2,14).
Nos encontramos evidentemente, frente a una juventud nueva: más profunda, reflexiva y orante, más sensible a los problemas de la libertad y la justicia, más deseosa de participar en la vida de la Iglesia y en la construcción de la sociedad. Una juventud que quiere comprometerse en una "nueva evangelización", con plena fidelidad a Jesucristo y al hombre. La celebración de la Jornada Mundial en Buenos Aires -en un continente de cruz y de esperanza, como es América Latina- presenta a los jóvenes un triple desafío: a su oración, a su esperanza, a su amor. Para ello trataremos de reflexionar juntos, a la luz del Evangelio, y de hacer de nuestra vida una opción fundamental por Jesucristo y su Evangelio.
Comenzamos por recordar y asumir dos textos del Evangelio: el primero relativo a Jesús, el segundo a la responsabilidad evangelizadora que recibimos, como Iglesia, de Jesús:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor" (Lc.4,18- 19).
Una contemplación sobre Jesús -sobre su Persona, su Palabra y su Obra redentora- nos revela que "Jesús mismo, Evangelio de Dios, ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena" (E.N. 7). Todo en Jesús - su Encarnación, sus milagros, sus enseñanzas, su misterio pascual- "forman parte de su actividad evangelizadora" (E.N. 6).
Esto nos enseña ya una cosa fundamental: que la evangelización no es una actividad provisoria, circunstancial o parcial de nuestra vida. Todo en nosotros -nuestra adoración y nuestro servicio, nuestra ocupación cotidiana y nuestro trabajo apostólico, nuestra alegría y nuestro sufrimiento- es esencialmente evangelizador. Somos o no somos evangelizadores; como somos o no somos cristianos. Esto es importante tenerlo presente ahora cuando el Papa Juan Pablo II nos està impulsando fuertemente a una "nueva evangelización". En realidad, nos está invitando urgentemente a ser cristianos: a dejarnos evangelizar, a dejarnos convertir, a comprometernos más seriamente con Jesucristo y los hermanos.
Pero el texto que hemos citado nos habla, además, de tres realidades que se dieron en Jesús y que tienen que darse en nosotros si queremos heredar de veras, como Iglesia, la misión evangelizadora de Jesús: el Espíritu Santo, la Buena Noticia, los pobres.
- El Espíritu Santo que consagra por la unción. Lo hemos recibido por el Bautismo y la Confirmación (los Obispos, los presbíteros, los diáconos lo hemos recibido, además, por el Orden). Es el Espíritu de la santidad y de la evangelización, de la palabra y del testimonio. "Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos" (Hechos 1,8). Es el Espíritu que nos introduce en la Palabra que hemos de anunciar y en el corazón del hombre destinatario de nuestra evangelización.
-La Buena Noticia: es la proclamación del Reino, con sus exigencias de conversión (cfr. Mc.1,15), es el anuncio de la alegría de la salvación. Para nosotros, es el anuncio de Jesucristo "el Salvador del mundo" (Jn.4,42), Jesucristo Camino, Verdad y Vida, Jesucristo muerto y resucitado, Jesucristo "crucificado: fuerza y sabiduría de Dios" (1 Cor.1,23-24).
-Los pobres (los cautivos, los ciegos, los oprimidos): son los primeros destinatarios del Evangelio de Jesús; porque son los más disponibles para recibir el don de la Buena Noticia y acoger en su corazón el Reino (cfr. Mt.5,3). Así se identificó Jesús ante los dos discípulos de Juan enviados para saber si era él quien había de venir o deberían esperar a otro: "Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres" (Lc. 7,22).
El compromiso liberador de Jesús con los pobres y todos los que sufren es el signo más evidente de su misión evangelizadora. Lo debe ser, también, para nosotros. Pero volveremos más tarde sobre este punto. Entre tanto anotemos que no puede haber "nueva evangelización" , sin una nueva efusión del Espíritu Santo que nos ayude a penetrar sabrosa y contemplativamente la Palabra de Dios y simultáneamente nos dé una honda capacidad para descubrir y servir a Cristo en los pobres. El Espíritu Santo, la Buena Noticia, los pobres: son tres elementos claves para una "nueva evangelización".
El Segundo texto evangélico se refiere a nuestra esencial misión evangelizadora, como Iglesia, que recibimos de Jesús el primer evangelizador:
"Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación" (Mc.16,16).
El texto paralelo de Mateo completa: "Yo estaré siempre con ustedes hasta el final del mundo" (Mt.28,18-20). Como queriendo decir: "Yo soy siempre el mismo, el principio y el fin; no tengan miedo, pero ustedes vayan renovando, de acuerdo a los tiempos nuevos, mi invariable mensaje de salvación.
La orden dada por Jesús a los Doce "vale, también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. Por esto Pedro los define "pueblo adquirido para pregonar las excelencias del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable" (E.N. 13). La misión esencial de la Iglesia es la de la evangelización. "Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar" (E.N.14)
Esto es importante subrayarlo hoy en que se quiere animar y promover la participación de los fieles laicos en la misión global evangelizadora de la Iglesia. Cuando hablo de la "misión global" evangelizadora de la Iglesia, con respecto a los laicos, me refiero a la unidad indisoluble de estas dos tareas de los laicos: construir la comunidad cristiana y edificar la ciudad de los hombres.
El último Sínodo extraordinario insiste en la urgencia de esta misión evangelizadora de la Iglesia: "La evangelización es la primera función no sólo de los Obispos, sino también de los presbíteros y diáconos, más aún de todos los fieles cristianos... Se requiere, por tanto, un nuevo esfuerzo en la evangelización y en la catequesis integral y sistemática" (R.F. II,B,a,2).
Tal como se formula el título de la ponencia -"Una nueva evangelización para la construcción de una nueva sociedad"- nos sugiere tres observaciones previas:
a.- que se trata de anunciar de nuevo a Jesucristo y Jesucristo crucificado a los hombres de hoy;
b.- que este anuncio de Jesús tiende a la conversión del hombre (llegar a crear "el hombre nuevo") para la construcción de una nueva sociedad;
c.- que no se trata de volver a una "nueva cristiandad" sino de procurar que el fermento del Evangelio penetre en todas las culturas, las asuma en su propia identidad y logre formar con todos los pueblos una nueva civilización de la verdad y del amor. Se trata de "proponer una nueva síntesis creativa entre Evangelio y vida" (Juan Pablo II, 11/10/85).
I.- Una nueva Evangelización
El Papa Juan Pablo II la propone constantemente con particular urgencia. Habla de una "nueva evangelización" o de una "evangelización renovada". A los Obispos del CELAM en Haití les dice: "La conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como Obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso no de re-evangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión". Y más adelante, cuando explica algunos "presupuestos fundamentales para la nueva evangelización", habla así: "El segundo aspecto mira a los laicos. No solamente la carencia de sacerdotes, sino también y sobre todo la autocomprensión de la Iglesia en América Latina, a la luz del Vaticano II y de Puebla, hablan con fuerza sobre el lugar de los laicos en la Iglesia y en la sociedad. El aproximarse del 500 aniversario de vuestra evangelización debe encontrar a los obispos, juntamente con sus Iglesias, empeñados en formar un número creciente de laicos prontos a colaborar eficazmente en la obra evangelizadora" (Juan Pablo II, 9/3/1983).
Quizás los dos discursos principales del Santo Padre sobre la "nueva evangelización" sean los dirigidos a los obispos de América Latina, en Santo Domingo, con motivo de la iniciación del novenario de años preparatorio al V Centenario de la primera evangelización (11 y 12 de octubre de 1984) y al Simposio del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (11 de octubre de 1985).
En ambos casos, me parece, se trata de dos cosas: de ahondar en las riquezas invariables de la primera evangelización (raíces comunes que, particularmente en el caso de América Latina, llegan a formar el "substrato cultural católico" de sus pueblos) y de penetrar evangélicamente en la cambiada realidad histórica y en la dramática situación del hombre que debe ser evangelizado. El mundo al que somos enviados (el Papa habla entonces de Europa) "ha sufrido tales y tantas transformaciones culturales, políticas, sociales y económicas, que es preciso plantear el problema de la evangelización en términos totalmente nuevos" (Juan Pablo II, Simposio CCEE., 11/10/85).
En Santo Domingo el Papa afirma: "América Latina está ante una gran prueba histórica. Por ello, la Iglesia ve en este Jubileo un llamamiento a un nuevo esfuerzo creador en su evangelización. Ella que va profundizando constantemente en el Evangelio" (Juan Pablo II, Sto. Domingo, 12/10/84).
Tratando de penetrar el sentido de esta "nueva evangelización" yo trataría de señalar los siguientes puntos:
1.- ante todo una "lectura evangélica" de la historia, que tratara de descubrir los "nuevos signos de los tiempos", la historia concreta que viven los hombres y los pueblos. Sólo así "la Palabra de salvación", que es el Evangelio, podrá ser proclamada y recibida como la Buena Noticia. Esto nos llevaría a profundizar -comunitariamente y desde la fe- las situaciones de crisis y de esperanzas que viven nuestros pueblos. Pienso por ejemplo en lo siguiente:
a- la situación generalizada del hambre y la miseria, de la injusticia y la opresión, del terrorismo, el odio y la violencia. La grave cuestión social que ha cobrado una dimensión mundial. ¿Cuáles son los nuevos pobres y cómo tenemos que evangelizarlos? "Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos. La Iglesia sufre ante esta crisis de angustia, y llama a todos, para que respondan con amor al llamamiento de sus hermanos" (P.P.3);
b- el fenómeno del secularismo que encierra al hombre en sí mismo, quitándole el horizonte de la trascendencia, y lo condena a la soledad, al vacío, a la muerte. En definitiva, "la muerte de Dios" termina siendo trágicamente "la muerte del hombre". El único punto en que la vida del hombre puede encontrar sentido a su existencia es la afirmación de un Dios personal, cercano e íntimo, creador y redentor. Por eso la necesidad de predicar - con nuevo ardor y nuevos métodos- la verdad de Jesucristo, el Hombre Nuevo. Sólo así comprenderemos el misterio del hombre porque "el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado" (G.S. 22). El único punto, también, en que los hombres pueden reconocer y vivir su condición de hermanos, su solidariedad y su unidad fundamental, es la gozosa reafirmación de que Dios es nuestro Padre "y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él" (1 Jn. 4,16). La profundización del tema de la Jornada Mundial es esencial para un renovado compromiso evangelizador.
Afortunadamente, como lo afirmó el Sínodo Extraordinario de 1985, "no obstante el secularismo, existen también signos de una vuelta a lo sagrado. Hoy se registran signos de una nueva hambre y una nueva sed de lo trascendente y divino. Para cooperar en esta vuelta a lo sagrado y para superar el secularismo, debemos abrir accesos a la dimensión de lo "divino" o del misterio y ofrecer a los hombres de nuestro tiempo los preámbulos de la fe" (R.F. II,A,1).
Concretamente esta vuelta a lo sagrado, esta hambre y sed de Dios, esta necesidad de oración -de adorar a Cristo y de invocar a María- se manifiesta providencialmente en las generaciones jóvenes. Hay que ayudarles a hacer este camino sorprendente y difícil y aprender de ellos la frescura, la originalidad y la alegría de haber descubierto a Cristo, a María y el valor de la oración.
c- la sociedad "pluralista" en que debe ser anunciada, recibida y comprometida nuestra fe. No es tarea fácil; quizás lo sea todavía en pequeños pueblos de campaña donde todo es más simple y solidario, y donde Dios se revela más fácilmente a los humildes y pequeños (cfr. Lc. 10,21). Pero el problema se complica en las grandes metrópolis donde todo es más anónimo, más diluido, más ambiguo. El lenguaje no es a veces el mismo y los signos son diferentes. ¿Cómo predicar a Jesucristo crucificado en un ambiente pluralista, donde la misma presentación de la fe puede ser interpretada de manera diferente y hasta contrariamente opuesta? ¿Qué significa, a veces, la palabra paz, reconciliación, amor? ¿Cómo hacer comprender que la reconciliación no se opone a la verdad, ni el amor a la justicia? ¿Qué significa la libertad y la liberación integral? ¿Cómo se entiende una sincera revisión de vida, un cambio de mentalidad, una profunda conversión del corazón? Dentro de una sociedad consumista ¿puede hablarse de austeridad y de sacrificio, de alegría de la cruz, del desprendimiento y de la donación?
d- para una nueva evangelización hace falta comprender las transformaciones profundas que nos trae el vertiginoso avance de la técnica y la ciencia, sobre todo en el campo de la informática (que incide poderosamente en la educación y la cultura) y de la bio-genética (con todos los problemas éticos y morales de una manipulación de la vida humana y de los valores esenciales del hombre);
e- finalmente, la propuesta de una civilización de muerte frente a una cultura de la vida, donde se multiplican - gracias a la técnica deshumanizada del hombre- la soledad y el miedo, el desempleo y la evasión (droga, alcoholismo), la absurda carrera armamentista, el peligro de guerra y de autodestrucción.
2.- Luego -pero contemporáneamente con el primer punto- una "nueva evangelización" supondría un ahondamiento en el Misterio de Cristo: su persona, su obra, su palabra. Sin una fuerte y clara afirmación de Cristo, no podemos hablar de evangelización. Lamentablemente hubo movimientos apostólicos -de firme origen cristiano y maravillosa tradición apostólica- que se vaciaron de Cristo y de la Iglesia y se diluyeron en una pura presencia sociológica, sin horizonte de Evangelio y mezclados en una lucha de clases, totalmente ajena al espíritu de Cristo y su Misterio de salvación.
Una "nueva evangelización" exige, ciertamente, una mayor conciencia del sufrimiento del hombre, una presencia más comprometida con su concreta situación histórica y una auténtica solidariedad cristiana; pero siempre desde "la fuerza de la cruz" y "la potencia del Evangelio". Pablo escribe desde la cárcel a su querido hijo Timoteo: "No te avergüences del testimonio de Nuestro Señor... Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios" (2 Tim.1,8). Y un poco más adelante le recuerda: "Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, por la cual sufro y estoy encadenado como un malhechor. Pero la Palabra de Dios no está encadenada" (2 Tim.2,8-9).
Una "nueva evangelización" es una proclamación más clara, más honda y más concreta de Jesucristo "el Salvador del mundo" (Jn.4,42). Hecha con "nuevo ardor", es decir, desde la pasión del Espíritu Santo y como experimentando "el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor" (Rom.8,39) y "derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (Rom.5,5).
El último Sínodo Extraordinario (1985) ha vuelto a insistir en la "centralidad" del misterio de Cristo. "La misión primaria de la Iglesia bajo el impulso del Espíritu Divino es predicar y testificar la buena y alegre noticia de la elección, la misericordia y la caridad de Dios, que se manifiestan en la historia de la salvación y que llegan a su culmen en la plenitud de los tiempos por Jesucristo, y ofrecerles y comunicarlas a los hombres como salvación por la fuerza del Espíritu Santo. ¡La luz de las gentes es Cristo! La iglesia, al anunciar el Evangelio, debe procurar que esta luz resplandezca claramente sobre su rostro" (R.F. II,A,2).
Cuando hablamos de la centralidad de Cristo para una nueva evangelización no pretendemos "extranear" al cristiano -en este caso, al joven- de los acontecimientos de la historia y del sufrimiento de los hombres. Al contrario: queremos infundirle un gran enamoramiento de Cristo - en quien sólo está la salvación- y una grande capacidad de contemplación y de servicio para encontrarlo cotidianamente en el pobre ("tenía hambre... estaba enfermo o encarcelado...", etc. Mt.25).
3.- Esto nos lleva a una última reflexión sobre el sentido y la urgencia de una "nueva evangelización": el cambio interior del hombre y la transformación de la sociedad. La proclamación del Evangelio -con la palabra, el testimonio y las obras- tiende esencialmente a la conversión y al compromiso concreto de la fe; una nueva evangelización tiene que llevar al cristiano a una más clara y consistente coherencia de vida. La Buena Noticia de Jesús exige necesariamente "hombres nuevos" para "nuevas estructuras". "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia" (Mc.1,15).
La conciencia de una dramática situación histórica - marcada por la cruz del hambre y la violencia, por los gravísimos desequilibrios sociales, económicos y políticos-, la experiencia y solidariedad con el sufrimiento humano, la penetración más honda y comunitaria (más eclesial) en la totalidad del Misterio de Cristo, nos llevan necesariamente a subrayar la eficacia y fecundidad (también la urgencia y universalidad) de una "nueva evangelización": una evangelización más directamente comprometida con el hombre y con la liberación integral de los pueblos.
Pablo VI nos dice: "Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad... La Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos" (E.N. 18).
Juan Pablo II les dice a los Obispos europeos: " La Iglesia está llamada a dar un alma a la sociedad moderna... y la Iglesia debe infundir esta alma no desde arriba y desde fuera, sino pasando dentro, acercándose al hombre de hoy. Se impone, pues, la presencia activa y la participación intensa en la vida del hombre" (11/10/85).
Una evangelización así -comprometida desde dentro con la transformación de la sociedad- exige de la Iglesia estas tres actitudes:
a- dejarse evangelizar por el Señor en un constante y renovado espíritu de conversión. "Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma... La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio. El Concilio Vaticano II ha recordado y el Sínodo de 1974 ha vuelto a tocar insistentemente este tema de la Iglesia que se evangeliza, a través de una conversión y una renovación constantes, para evangelizar el mundo de manera creíble" (E.N.15).
No se trata de vivir en una enfermiza autocrítica, sino de examinarse serena y lealmente sobre la fidelidad al Señor y a los hombres; por ejemplo en estos tres puntos:
- la penetración, la contemplación y la comunicación de la Palabra de Dios (fidelidad a la Verdad);
- la búsqueda y el esfuerzo por crear y conservar la unidad eclesial (fidelidad a la comunión eclesial), inserción de los movimientos y asociaciones en la pastoral de las Iglesias locales;
- la preocupación evangélica por los pobres y los que sufren; es la nota distintiva de nuestra evangelización: nos envía el Señor a llevar a los pobres la Buena Noticia de Jesús. San Pablo escribe a los Gálatas: "Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre he tratado de hacer" (Gal.2,10).
b- vivir el Misterio de la Encarnación de Jesús: lo cual supone, como en Jesús, anonadamiento, presencia y muerte (disponibilidad para dar la vida). Ciertamente los laicos tienen aquí una responsabilidad especial, dado su peculiar carácter secular, que los compromete a cambiar el mundo "como desde dentro, a modo de fermento" (L.G.31). Pero la encarnación y la presencia, son para toda la Iglesia (también para los obispos, sacerdotes y religiosos) exigencia fundamental de una evangelización eficaz y transformadora; toda la Iglesia es enviada al mundo como "sacramento universal de salvación";
c- unir indisolublemente la evangelización con la promoción humana y la liberación integral de todos los hombres y todos los pueblos. "La evangelización lleva consigo un mensaje explícito... sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz , la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente riguroso en nuestros días, sobre la liberación" (E.N.29,cfr.30-39).
Juan Pablo II, en sus discursos en Santo Domingo, el 11 y 12 de octubre de 1984, puntualizó el sentido evangélico de la "opción preferencial por los pobres" y la dimensión evangelizadora de la "liberación social" "de las muchedumbres desposeídas".
Simplemente quiero precisar y sintetizar lo siguiente:
-que una verdadera evangelización supone un compromiso -coherencia de fe- con la opción por los pobres, la promoción humana y la liberación integral de todo el hombre y todos los pueblos;
-que esta liberación -fruto de la Redención de Cristo- supone, ante todo, la verdadera libertad de los hijos de Dios: liberados del pecado y sus consecuencias, revestidos de Jesús, "el Hombre Nuevo", en camino hacia la definitiva liberación de los hijos adoptivos de Dios, de toda la humanidad y toda la creación cuando se manifieste totalmente la gloria de Dios y seremos definitivamente libres (cfr. Rom. 8,18-25); una verdadera liberación lleva a una "nueva creación" en Cristo (cfr. 2 Cor.5,17; Ef.2,10);
-que la verdadera "opción por los pobres" y el trabajo por "la liberación de los hombres y los pueblos", sólo pasa a través de las bienaventuranzas evangélicas y del Misterio Pascual de Jesús. No podemos quitar al Evangelio su dimensión social y terrena, pero debemos constantemente reafirmar su esencial dimensión de interioridad, de trascendencia y de escatología.
Eduardo F. Card. Pironio
Forum Internacional sobre Juventud
Buenos Aires, 9 de abril de 1987