Se viene la Cuaresma!!!

1. La Cuaresma, un camino de renovación

Recomenzamos nuestro caminar juntos siguiendo a Jesús. Y lo hacemos en el tiempo en que toda la Iglesia se prepara a celebrar una vez más la fiesta más importante de todas: la Pascua. Cuarenta días antes del domingo de Ramos - un miércoles – damos comienzo a esa preparación. Antiguamente, los pecadores públicos se disponían durante estos días, mediante una intensa penitencia, a recibir la absolución el Jueves Santo. Los que habían cometido delitos conocidos por todos, concurrían a la iglesia y en presencia de toda la comunidad, recibían la ropa que significaba su estado de penitentes: una túnica de tela grosera, como arpillera, y ceniza sobre su cabeza y sus ropas. De esos tiempos proviene la costumbre de bendecir e imponer  la ceniza a los fieles.
La ceniza que aceptamos sobre nuestra cabeza es un compromiso de cambiar nuestra vida antes de la Semana Santa, como hacían  los antiguos pecadores públicos. También en este tiempo los catecúmenos  (adultos que se venían preparando para ser bautizados e incorporados a la comunidad en la noche de Pascua) intensificaban su preparación, acompañados por toda la comunidad.
Nosotros haremos esta celebraciòn en la Misa del próximo miércoles 12 a las 20

En la cuaresma hacemos ejercicios... espirituales


Todos estamos llamados a renovar nuestra  conversión, que significa “cambiar de mente ", “cambiar nuestra forma de pensar y de actuar”, y a renovar nuestra alianza personal con Jesús. Eso significa la palabra penitencia.  Un cambio de camino, dejar de proceder equivocados, para caminar de acuerdo con el Evangelio.
Para lograr esta conversión la Iglesia nos propone ejercicios espirituales, que son como un camino para conseguirla: la limosna, la oración y el ayuno.

Cuando hablamos de limosna no pensemos en una moneda dada de lo que nos sobra. Limosna significa misericordia. La Iglesia antigua entendía que era privarse de algo para darlo al que necesitaba, y por eso siempre iba unida al ayuno: un día sin comer para poder compartir con quien no tiene nada. Es una forma privilegiada de lograr la conversión. Nos hace salir de nosotros mismos, para ocuparnos de las necesidades del prójimo. Y nos demuestra a nosotros mismos que somos seres humanos, capaces de dominar y domar nuestras pasiones e instintos orientándolos hacia el bien.
El ayuno no es una práctica que realizamos por conveniencia para nuestra salud, para un cristiano el ayuno debe ir acompañado de la limosna: privarse del alimento para darlo a quien no lo tiene. El principal ejercicio para lograr la conversión es la oración.
No repetir palabras, sino ponernos a la escucha de la Palabra de Dios. Sería bueno que ya en estas semanas de Cuaresma, buscáramos un momento en casa, para hacer la meditación de la Palabra, en lo posible en familia.

Las antiguas normas sobre la Cuaresma, indicaban la abstinencia de carne todos los viernes  (por eso se llamaban “carnaval” o “carnestolendas” los días anteriores al miércoles de ceniza.)
Ahora se propone que todos los viernes del año se realice un gesto que indique el compromiso de ser mejores y más solidarios cada día.

Queda librado a la libertad de cada cristiano decidir qué es lo que más ayuda a su desarrollo personal.
Se puede elegir la abstinencia de carne según la antigua costumbre; pero también se puede elegir la ausencia de bebidas alcohólicas; una acción religiosa (participación en la misa, leer una página de la Biblia, hacer el Vía Crucis,  etc.); o un gesto de solidaridad  (visitar un enfermo, aconsejar ante un problema, entregar un paquete de alimentos a CARITAS, dar una contribución a una organización de bien común; ofrecer una hora para prestar un servicio social en el hospital o en la asociación vecinal, etc.)

2. Mateo 6,1-4  ¿Cómo ilumina este texto mi vida personal, familiar, comunitaria, social , eclesial?  ¿Qué le dice a mi corazón? ¿Y a mi voluntad? ¿En qué cosas concretas podemos aplicarla en la vida?
3. Mateo 6, 16-18
Sea éste nuestro ayuno. No el ayuno que me impone una ley, sino el que me pide la caridad.
Sólo ayuna bien el que ayuna desde el amor y para amar. Ayunemos desde la solidaridad. Ayunar es amar. El ayuno que Dios quiere sigue siendo el de partir tu pan con el hambriento; el privarte no sólo de los bienes superfluos, sino aún de los necesarios en favor de los que tienen menos; el dar trabajo al que no lo tiene o ayudar a solucionar el problema del paro (desocupación laboral); el curar a los que están enfermos de cuerpo o de espíritu; el liberar al drogadicto o prevenir su caída; el denunciar toda injusticia; el dar amor al que está solo y a todo el que se te acerca.
Ayunemos para que nadie tenga que ayunar.

Ayunemos para la libertad. Y ayunemos para la austeridad.
Ayunemos para nuestra paz; por aquello de que no es más feliz el que más tiene y más consume, sino el que más es y menos necesita. Ayunar es convertirse. Un día de ayuno no nos convierte, pero nos hace conscientes de la necesidad de convertirnos; no soluciona el problema del hambre, pero nos solidariza con los hambrientos; no nos libera del consumismo, pero nos inicia en el ejercicio de la libertad. Es como una breve huelga de hambre. Es protesta contra la injusticia, es llamada a la conversión, es grito profético.

Algunas parroquias proponen un gesto comunitario durante la Cuaresma:   depositar en un sobre los frutos de las privaciones voluntarias de este tiempo y entregarlo en Semana Santa, indicando que se destina a las obras de mayor necesidad.
    ¿Podríamos pensar algo en común como familia, para esta cuaresma?

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